jueves, 14 de agosto de 2014

PEÑARROYA, FRANCIA Y LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL II

Si bien no se puede afirmar que todo lo que se produjo en el Cerco Industrial de Peñarroya durante la guerra mundial fue armamento, sí que es cierto que la mayor parte de lo que se elaboraba eran materias primas para la fabricación de armas. Y es que a medida que pasaba el tiempo, sin avances decisivos en ninguno de los frentes, la verdadera guerra se estaba librando en la retaguardia, esto es, en la producción masiva de armas y en el aprovisionamiento de materiales para su elaboración.
Fue por ello por lo que en 1917 el Gobierno francés promovió la creación de la sociedad Minerais et Metaux, cuyo fin era el control público del mercado del plomo y del cobre, los dos metales más estratégicos. La principal accionista de esta sociedad fue la S.M.M.P., que en ese mismo año adquirió también la importante fundición de plomo de La Tortilla, en Linares, al hacerse con la casi totalidad del capital de la compañía alemana Sopwith, incautada por el Gobierno de España a la Metallgesellschaft. Si esta incautación la hizo el Gobierno basándose en la posición neutral que debían tener todas las empresas ubicadas en España, ¿por qué no se incautó también de las fundiciones e industrias de Peñarroya?
Tren de laminación de la Electromecánica, en Córdoba
Como todo ello no era suficiente, los países aliados se unieron en 1917 para la fabricación de armas. Aunque debido a la terminación de la guerra, no se utilizó para ello, la constitución de la Sociedad Española de Construcciones Electromecánicas tuvo como fin la elaboración de armamento (no podía ser de otra manera en esos momentos). La ubicación de la fábrica en Córdoba y no en Peñarroya, como hubiera sido más lógico, obedeció a saturación de industrias en el Cerco, donde no quedaba espacio para ello, y a que en la comarca del Guadiato no había mano de obra suficiente para los miles de empleos que se iban a crear y que habrían de cubrirse inmediatamente. En esta sociedad participaban los tres principales aliados, con la francesa S.M.M.P., que aportaba el suministro eléctrico, el plomo y la hulla; la inglesa Río Tinto Limited Company, que aportaría el cobre, y la estadounidense Westinghouse Electric International Company, que aportaba la tecnología; además del capital español, aportado por el Banco de Bilbao sin que el Gobierno pusiera la más mínima objeción.
Entre 1914 y 1918 la S.M.M.P. adquirió numeroso material ferroviario para sus líneas: Locomotoras y vagones para el ferrocarril minero y para la vía estrecha de Fuente del Arco a Peñarroya y Conquista, consiguiendo las autorizaciones pertinentes para su definitiva unión con Puertollano y prolongando el tren minero desde el Cerco hasta El Porvenir. Inició la producción textil y de papel, intensificó la destilación de hulla, montó una destilería para el tratamiento de pizarras bituminosas y construyó la fábrica de cinc, en cuyos seis hornos se consumían anualmente 25.000 toneladas de carbón. Además, a petición del Gobierno por las dificultades que tenían los viticultores españoles, aumentó considerablemente la producción de sulfato de cobre (en España sólo lo producían la S.M.M.P. y ERCROS, que apenas satisfacían un 25% de la demanda) y debido a la falta de espacio en Peñarroya, llegó a expropiar los terrenos para construir otro cerco industrial en Belmez, donde se instalarían unos altos hornos con sus industrias afines.
Queda claro, por tanto, que la participación de las minas y fábricas del Guadiato en la Primera Guerra Mundial va mucho más allá de lo que se ha pretendido ver, y solo falta cuantificar la producción de material bélico en las fábricas y fundiciones. Según la propia compañía, en el Cerco Industrial de Peñarroya se produjeron anualmente una media de 130.000 toneladas de plomo dulce y 125.000 kilogramos de plata, además de otros muchos productos, lo que suponía que diariamente debían cargarse hasta cinco trenes de material bélico con destino al puerto de Sevilla, desde donde se enviaba a Francia.
Locomotora nº 9 de La Maquinilla, adquirida en 1917 (foto F.J. Aute)
La referencia a los ferrocarriles es importante, pues el transporte de todo ello se hacía en tren, por la línea de vía estrecha hasta Fuente del Arco y hasta el puerto por la línea de Mérida-Sevilla, de la también francesa M.Z.A. Lógicamente, sabiendo cuánto se cargaba en esos trenes se podría calcular la producción real durante este periodo, pero tratándose de dos compañías francesas, ocultaban lo que en ellas realmente se transportaba. Así lo puso de manifiesto quien durante más de treinta años había sido el contable de la S.M.M.P., al denunciar ante el Gobierno español que los trenes habían estado circulando con un exceso de carga de dos o tres toneladas más por vagón de lo que se declaraba oficialmente. Puesto que los vagones eran de diez toneladas, hay que pensar que lo producido fue, al menos, un 20% más de lo declarado por la compañía. 
Y si la mayor parte de lo que se ocultaba era plomo, no hay que olvidar la plata, que se producía en los talleres de desplatación de Peñarroya en mayor proporción que la declarada. En este sentido, la proporción de plata con respecto al plomo en alguna de las minas de la S.M.M.P. llegaba al ocho por mil, y en la mayoría de ellas era superior al tres por mil, muy lejos del escaso uno por mil que declaraba la compañía. Sacar del país estos excedentes camuflados entre las barras de plomo era tarea fácil, por lo que cabe afirmar que el Gobierno francés financió parte de los gastos de guerra con la plata procedente de las fundiciones de Peñarroya.
¿Qué ganó la S.M.M.P. con todo esto? Como anticipo de lo que iba a venir después, ya en 1915 recibió del Gobierno francés la propiedad de la fundición de Mégrine, en Túnez, confiscada a la Metallgesellschaft alemana. Además de la apertura nuevos mercados internacionales y la construcción de numerosas fábricas y talleres, cuando terminó la contienda el capital de la compañía ascendía a 73.125.000 francos, el triple que cuando se inició, y la mitad de este aumento se hizo mediante el reparto entre sus socios de acciones gratuitas, emitidas con base en las reservas y plusvalías obtenidas por la incorporación de los sucesivos botines de guerra cedidos por el Gobierno francés.
Estaciones e industrias de Peñarroya
Acabado el conflicto y sabiendo que los productos siderometalúrgicos extranjeros invadirían de nuevo los mercados internacionales, la S.M.M.P. inició un plan de autoconsumo de combustible y de expansión de sus industrias, de manera que a principios de 1919 el Engineering and Mining Journal anunciaba que había firmado un contrato con la casa “Bradley, Bruff et Labarthe” de San Francisco para montar una nueva fundición y refinería de plomo, cobre y cinc en Peñarroya, cuyos hornos serían alimentados con carbón pulverizado y permitiendo realizar una economía muy apreciable en el coste de la mano de obra.
Al año siguiente, la S.M.M.P. era la más importante empresa de todas las francesas que trabajaban en España y la cuarta de todas las extranjeras, colocando a la provincia de Córdoba entre las primeras de España en producción minerometalúrgica, detrás de Asturias, Murcia (donde también tenía gran participación la S.M.M.P.) y Vizcaya, y adelantando a otras de gran tradición minera e industrial como eran Huelva, Jaén, León o Ciudad Real.
Decididamente esta guerra había sido un buen negocio para la compañía.

1 comentario:

  1. Excelente crónica que no pone en situación histórica.

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